Se están cancelando ferias, cerrando escuelas, se están jugando partidos de fútbol sin espectadores, los mercados de valores están registrando pérdidas como no lo han hecho desde la crisis financiera de 2008/09. El corona virus (COVID 19) mantiene al mundo en suspenso y produce inseguridad, tanto individual como colectiva. Lo nuevo de la pandemia es su selectividad. Mientras que una gripe común hace que todos los afectados enfermen por igual, el nuevo virus afecta principalmente a los ancianos y débiles. Las consecuencias económicas y sanitarias apenas pueden predecirse en la actualidad. Hasta ahora, las cadenas de suministro y de valor, que son muy estrechas a nivel mundial, se han considerado estables y seguras. La producción globalizada justo a tiempo ha minimizado los costos para todos, tanto para las empresas como para los consumidores. Esto ya ha terminado. Esa es la mala noticia: la red global no es imparable. La buena noticia es que la epidemia puede llevar a una nueva fase de globalización, a la “glocalización”.
La hiperglobalización fue seguida de la desglobalización
La era de la hiperglobalización está siendo sustituida por la tendencia a la desglobalización. La creciente incertidumbre mundial desde la crisis financiera de 2008/2009 está impulsando esta tendencia. El referéndum sobre el Brexit en 2016 y la elección de Donald Trump como presidente de los EE.UU. un año después, son sus puntos más destacados. Desde entonces, la campaña de los nuevos populistas nacionalistas contra los acuerdos comerciales multilaterales y el libre comercio ha cobrado impulso. El consiguiente aumento de la incertidumbre mundial ha alimentado la tendencia hacia la automatización y la robótica. En los últimos años, países como Japón, Corea del Sur y Alemania en particular han invertido masivamente en robots.
La epidemia del corona virus(COVID 19) es el síntoma del aumento de la incertidumbre global. La confianza en las estructuras de suministro global se ha visto sacudida permanentemente. Los costos de los traslados de la producción implementados o nuevos son cada vez más costosos. Como resultado, la red económica mundial con sus cadenas internacionales de valor y suministro se está invirtiendo o se está ralentizando. La reubicación está afectando a sectores como el químico, el automovilístico y el farmacéutico. La producción de medicamentos y vacunas se considera repentinamente como relevante para la seguridad. Los economistas temen un nuevo proteccionismo y el fin de la globalización.
¿Fracasará Trump en su reelección debido al virus?
El economista estadounidense Nouriel Roubini predice incluso que Donald Trump fracasará en las elecciones de noviembre debido al corona virus. La casi inexistencia de servicios de salud pública y la protección inadecuada de los trabajadores en caso de enfermedad, tenderán a acelerar la propagación de la epidemia. Sin embargo, la antiglobalización es la receta equivocada contra las crisis económicas y sanitarias. El aislamiento es de poca utilidad si la mayoría de los infectados permanecen libres de síntomas y por lo tanto no son detectados. La sociedad mundial se vería abocada a una espiral económica y socialmente descendente sin poder detener la epidemia. Una crisis económica sostenida aumentaría las tasas de mortalidad, especialmente en los países más pobres. En su último libro, “Factfulness”, el investigador sueco y autor de bestsellers Hans Rosling ha demostrado de manera impresionante el grado en que la esperanza de vida y la prosperidad están vinculadas históricamente. La crisis financiera ha provocado hasta 500.000 muertes adicionales en todo el mundo sólo por cáncer. Debido a las medidas de austeridad del sistema de salud y a la insuficiente cobertura de los seguros, muchos pacientes ya no podían ser tratados adecuadamente.
Glocalización: Globalización más descentralización
Existe una alternativa a la desglobalización. Se trata de la glocalización, una descentralización de gran alcance de los mercados y las cadenas de valor con una intensificación simultánea de los sistemas de cooperación. La “glocalización” significa, en primer lugar, desvincular los modelos comerciales de las zonas geográficas. Los instrumentos técnicos se han inventado hace mucho tiempo y sólo es necesario utilizarlos: reuniones y convenciones por internet, la oficina en casa y la telemedicina. Se trata de infraestructuras digitales, plataformas de colaboración y redes sociales que hacen nuestras vidas más robustas en general. Aunque el grado de la división internacional del trabajo está disminuyendo, todavía pueden surgir beneficios económicos si las redes de producción se hacen más resistentes. En segundo lugar, la glocalización significa la expansión y la mejora de la cooperación de las instituciones supranacionales. Las crisis sanitarias atraviesan cada vez más las fronteras y pueden convertirse en una crisis económica, social y política. Hace 20 años, la mayoría de los países se retiraron de la producción de vacunas. Hoy en día, su producción está en manos de cuatro grandes compañías farmacéuticas. “Corona” muestra claramente: Europa necesita una autoridad común en materia de enfermedades y una estrategia de vacunación.
No “o lo uno o lo otro”, sino “tanto lo uno como lo otro” es el camino a seguir. Se trata de ambas cosas: el fortalecimiento de las estructuras locales y regionales y los sistemas e instituciones mundiales. Las sociedades que siempre han demostrado ser exitosas son aquellas que cooperan entre sí con un espíritu de confianza y no caen en un estado de miedo y pánico colectivo. No sólo el ser humano, sino también la sociedad global puede desarrollar un sistema inmunológico. Tanto el mundo como nosotros podemos crecer a través de las crisis y salir de ellas más fuertes.
Daniel Dettling es un abogado, científico administrativo y político, y futurólogo. Dirige el Instituto de Estudios sobre el Futuro, con sede en Berlín, Alemania. Es columnista de Globality Health y escribe regularmente sobre megatendencias y temas de actualidad.